jueves, 11 de septiembre de 2008

Subí que te llevo

“Tantas veces que vengo a almorzar a este bar, y nunca antes lo había visto. Es un divino.No debe ser de acá”, pensó Mariana.
Las chicas ya se habían ido, y ella, que lo había estado observando durante todo el almuerzo, no tenía ganas de volver a la oficina. No por pereza de volver a trabajar, sino porque no quería perder de vista a ese hombre.“Por fin un tipo atractivo en este lugar”, pensó ella.
Rápida, inventó el pretexto de que se quedaría tomando otro café porque tenía unos papeles para revisar y prefería verlos sola en el bar, antes que verlos en la oficina, donde siempre hay tantas interrupciones.
Ellas no sospecharon nada, pagaron lo suyo y le dijeron “hasta luego” .
Eran una tipas divinas, re piolas. Tenía suerte de tener compañeras de trabajo así de despiertas. No en cualquier trabajo una encuentra chicas inteligentes, divinas, honestas, que hablan de todo. Y encima, discretas, porque ninguna dijo “Yo también me quedo”.
A veces la pasaban tan bien charlando en la sobremesa de cosas de mujeres, que al volver a su escritorio le dolía la panza de tanto reírse. Otras veces los ánimos estaban más alicaídos, y volvían a caer en los mismos temas de siempre. Que a veces, a decir verdad, se repetían un poco. Como si todas volvieran a caer en los mismos errores. O como si tuvieran que contarlos varias veces para creerlos. Porque la verdad es que le sorprendía que siendo tan inteligentes, les pasaran cosas tan burdas.
Que increíble que siendo todas mujeres profesionales, esclarecidas y psicoanalizadas, siguieran dándole vuelta siempre a los mismos temas. A veces con más humor, otras con menos, pero a la larga se volvían reiterativas.
Todas sabían exactamente qué les pasaba en la vida, que les faltaba y qué necesitaban para ser felices. Todas sabían los sí y los no del hombre ideal. Todas salían los fines de semana juntas para ver si enganchaban algo decente. Todas se quejaban de que los hombres de su edad se quedaron atrás, como brutos, asustados, inmaduros. Tal vez ellas ya se habían convertido en la clase de hombre que hubieran querido conocer. Eran lindas, divertidas, independientes, atrevidas… ¿Y qué encontraban en la vida? Tipos retraídos, nenes de mamá, abusivos, estafadores…No, no exagero. Ni siquiera los buscaban así, porque los conocían por azar. En realidad eran ellos quienes las habían buscado.
Liliana se había metido con un arquitecto que parecía sensacional, hasta que el tipo resolvió ampliarle la casa. Cuando decidió dejarla por otra, volvió para decirle que ella le debía el 20% de los arreglos, porque había decidido cobrarle sus honorarios. El tipo había dormido en su cama y comido de su heladera durante un año y medio, para desaparecer de su vida y volver sólo para pedirle plata.
Fátima alojó en su casa a un atleta. Un divino, la corrió con su bici cuando ella iba a hacer aerobics por el parque de su barrio. El tipo estaba decidido a competir en las Olimpíadas y ella consiguió que su empresa lo auspicie para viajar a Atenas. Vivió con ella dos años en los que juntó buena plata. Un día le dijo orgulloso que se había comprado un campo en Magdalena, porque siempre había soñado tener un campito propio. El campo era un pantanal al fondo de una huella de barro a 30 kilométros del pueblo más cercano. Según él, le había salido rebarato. Ella le dijo que ese lote no servía para nada. El le dijo que no importaba, porque lo había comprado por consejo de su cuñado, que era martillero, como para sacar del pozo a su hermana, porque estaban en apuros económicos. La sangre tira, decía Fátima. Que tire más y se lo lleve, le recomendamos nosotras. Bueno, es su proyecto propio, y andá a saber qué deuda moral tiene con la hermana, no me puedo interponer, dijo ella. Sí, vieja, pero él se lo compró con lo que se ahorró viviendo de arriba mantenido por vos, porque en tu casa no pone un mango. Sí que pone, dijo ella. Si hay que arreglar algo lo hace él, hace años que no llamo a un electricista, dijo ella. Las chicas son sinceras, pero antes que eso, son solidarias. Se miraron entre sí y le dijeron “Tenés razón, eso vale mucho . Un tipo que sabe de electricidad vale su peso en oro” Y Fátima se lo creyó.
Violeta viene con un imán incorporado para atraer tipos jodidos. Enganchó uno que era un primor, con plata y todo, supercariñoso con ella y con las nenas que ella tiene de un matrimonio anterior. De golpe a las nenas les empezó a ir mal en la escuela. Tuvo que llevarlas a terapia porque no hacían nada, no prestaban atención, no hablaban con nadie y estaban hipersensibles, como deprimidas. En los tests salieron cosas muy feas. Entonces supo que cuando el novio llegaba antes a casa antes que ella, se dedicaba a jugar con las nenas unos juegos raros que había inventado él. Ella no pudo saber mucho más. O si supo, no nos contó más que eso. Pero todas sospechamos que manoseaba a las chiquitas. No entendemos cómo no lo denunció a la policía. Se limitó a tirarle todas sus cosas, a cambiar la cerradura y el número de teléfono y a decirle que desaparezca para siempre. Desde entonces, el nombre de Rubén sigue siendo tabú entre nosotras, porque se estremece cuando lo escucha. El padre de las nenas había desaparecido mucho tiempo atrás. Se iba de viaje por trabajo durante semanas enteras y un día Viole supo que tenía un bebé con otra mina, a diez cuadras de su casa. Raro en Viole, nunca quiso averiguar quién era . Después de todo, el nene es medio hermano de las chiquitas, pero ella decidió que no quería saber. Quedó muy mal. Cuando salimos juntas, siempre propone ir al cine o al teatro. Después, todas quieren ir a tomar algo, pero ella invariablemente dice que está cansada y vuelve a su casa .Qué ganas le pueden quedar de conocer a alguien.
Mariana misma no tenía cosas mejores para contar. Hacía cuatro años había conocido a un tipo divino, pero casado. Hacía tres tuvo un novio que cuando ella lo dejó se hizo swinger. Hacía dos conoció a César, un buen partido, de enorme cultura, al que sólo le interesaba que ella estuviera linda para lucirla en las reuniones con sus socios, y salir a navegar solo. Por lo menos, eso decía. Lindo curro el de los barcos. Cuando un tipo tiene un yate, es para llevar una mina escondida abordo todo un fin de semana sin que nadie lo vea. Los pescados no hablan. A Mariana no le gusta navegar, así que ni siquiera iba al club.
Si no era porque de casualidad la mujer de un amigo fue una tarde al club náutico y creyó que César había cambiado de amarra porque vio a una rubia subiendo al Morenita II, ella nunca se hubiera enterado de lo que pasaba. César se lo negó a muerte, y la mujer del amigo le dijo, risueña “Te dice la verdad, ya no lleva a una rubia. El domingo pasado llevó a una morocha” Si no fuera trágico, sería gracioso.
Ella se cansó, porque si su plan fuera compartir a un tipo, seamos honestos, cada uno con su amante y a otra cosa. El problema es que los tipos tienen muchas más jóvenes lindas y amables para levantarse que los amantes disponibles para mujeres engañadas. Decime qué tipo decente puede encontrar una Dicen que existen las mismas oportunidades para hombres y mujeres, pero el mundo está lleno de mujeres fabulosas y hombres mediocres. Mirá en la oficina. Si tuvieras que agruparlos por pareja…¿ con quien juntás Lili, Viole o Fati, de un modo más o menos parejo, que por algo se dice “ pareja”? ¿Con el gordo Vinci? ¿Con el pibe de la entrada? ¿ Con Angel, el jorobado? ¿Con Urruchúa? Bueno, Urruchúa es el más presentable y educado. Pero no podés hacer un harén con cuatro minas para Urruchúa, sólo porque es el único que te animarías a presentarle a una amiga sin que ella te llene la cara de carterazos y no quiera verte nunca más.
Recién lo hablaban con las chicas. Tal vez la vida de todas las mujeres sea siempre así, aguantando la indiferencia, los abusos y el egoísmo de los hombres. Y todas se callan bien la boca porque la casa no es de ella, sino de él, y si él no trae la guita, no comen, y no se les ocurre cómo sobrevivir sin un tipo que las mantenga…César se lo había dicho “Claro, ahora que te ascendieron en el laburo me pedís el divorcio, total, ya no me necesitás para que te mantenga”. No era por eso, era por la traición y la indiferencia y el desamor. Pero ahora que lo pensaba, si ella no tuviera este trabajo, seguramente seguiría con él , haciendo al vista gorda a sus viajecitos higiénicos a Carmelo y Punta del Este.
O tal vez no se trate de que haya pocos hombres elegibles, sino de que ella y sus amigas tienen una habilidad especialmente desgraciada para atraer desastres. Porque una puede tolerar muchas cosas Hasta un cocainómano como Alfred , o un fanático de los trencitos en miniatura como Quique, que no pensaba en nada más que en conseguir el vagón XR 4677. Pero no que te toquen a las nenas, no que te metan los cuernos, o que tengan planes privados donde la hermanita está primero que su mujer.
El problema es que ellas son muy modernas, pero al mismo tiempo, muy anticuadas.
Una mina independiente y moderna no puede seguir saliendo de noche, ir a bares, pubs y discos a ver qué tipo se acerca a ella. Porque si te fijás un poco, todos los espantos que conocieron fueron tipos que las avanzaron a ellas. Nunca al revés.
Como el de Liliana, que le pidió su teléfono a una amiga, porque le habían gustado sus tetas cuando la vio en un cumpleaños. O el de Fátima que la corrió con la bici. O César, que se acercó a ofrecerle rellenar la copa en la fiesta de la empresa, cuando la vio un minuto sola. Ni en un millón de años ella hubiera elegido acercarse a hablarle a César en ninguna fiesta. Ni borracha. ¿ Entonces por qué le dijo que si, cuando él le preguntó si saldría con el al día siguiente? Porque era el único que se lo preguntó. Las mujeres no se quedan con elmejor, sino con el valiente que se atreve a abordarlas.
Al final, son los tipos los que las están eligiendo siempre. Y ellas se dejan elegir, como el pescado en el hielo del super, a ver quién se lleva la mejor merluza.
Dicen que la palabra final la tiene la mujer, diciendo sí o no al que se acerca. Vamos, ninguna mujer dice jamás que no, y menos después de los treinta. Si le decís que no a uno, es de mal agüero. Capaz que en un año no se te acerca otro, porque así de cagones son. Y una no nació para carmelita descalza. Tal vez el error de todas es decir siempre que sí, a cualquiera que aparezca.
Dicen que las pendejas ahora vienen tan zarpadas, que levantan a los tipos. Se acercan, les hablan, les dicen “Me gustás, dame tu teléfono”. Eso no es natural. Te vas a ensartar con uno que no va a luchar por vos, con uno del que nunca sabes si realmente le gustás o si está con vos por vago, por ahorrarse el trabajo de levantarse a una mina. Y si los que tienen el coraje de avanzar y levantarte resultan tan desastrosos, imaginate uno al que vos te tengas que levantar porque si no, no mueve un dedo.
En toda la naturaleza siempre el macho corteja a la hembra. Si torcemos a la naturaleza pasan cosas feas. Como el síndrome de la vaca loca. Que una mujer se levante a un hombre sería el síndrome de la mujer loca, dejame de jorobar, y ella no es ninguna loca. Pero tampoco se siente una merluza, como para quedarse ahí esperando que la elijan, como si fuera una vaca en la Rural.
Mariana pensaba esto mirando sus papeles, y dejando enfriar el segundo café, y mirando si él la miraba. El la miraba.
“Por Dios, que se vaya de una vez”, pensó él. “Ya va por el segundo café, ni siquiera lo tomó, y yo clavado acá. No puedo moverme si esa mujer me sigue mirando. Ya no sé más que leer. Me leí el diario de punta a punta, o hice como que lo leí, porque lo que quiero es mirarla. Tengo miedo que crea que soy un pesado, pero no parece molestarle. Nunca pensé que me pasaría algo así. Quiero que se vaya primero, y ahí sí, agarro y me voy. Pero no quiero que me vea salir, simplemente no quiero. Ya sé que es absurdo, que no tiene porqué importarme lo que piense o crea, pero tengo mi orgullo. Y tengo derecho a tenerlo.”
A esa hora todo el mundo ya había terminado de almorzar y vuelto a sus oficinas. El bar estaba casi vacío, salvo por un viejo de mirada nublada que fumaba un cigarrillo, y dos mujeres mayores que hablaban al unísono. Había algunos más en el fondo, pero junto a su mesa ya no había nadie ¿Por qué se queda ella? ¿Esperará a alguien? Fue muy lindo mirarla y percibir que me miraba, pero ya está, me hace mal, es todo una ilusión.
Esos ojos y esos rulos cayéndole sobre los hombros me van a servir para pensar en ella en la ducha, al irme a dormir, o a la mañana temprano, cuando necesito ponerle una cara a alguna fantasía salvaje. Es estupenda para eso. No sé qué tiene, por qué me atrae tanto. Ni siquiera la vi parada, no sé si es una enana o si pesa 180 kilos. Pero con esa carita no parece que el resto desentone…¿Estoy loco? ¿Qué pretendo? Sea como sea, esta mina me calienta. No sé si porque sostiene la mirada cuando la miro, o porque sonríe y sus labios son perfectos. No es una sonrisa boba, no parece boba. Peor, preferiría que fuera boba, así me voy tranquilo, sin pena de perderla de vista. Pero me molesta que me vea irme, sin hablarle, aunque nunca más la vea. No sé, si es amor propio, machismo, qué sé yo… Y me sigue mirando. Otro tipo haría algo, yo no puedo. No puedo, tengo que asumirlo de una vez por todas.
“ El cree que no me di cuenta de lo incómodo que está.” ,pensó ella.
Tiene una cara tan noble, unos ojos tan cálidos, que no me importa nada más. Qué mal disimula. Es un tipo sincero, no sabe mentir. Que buen lomo tiene. Tiene brazos fuertes, con tanto músculo que no los puede pegar al cuerpo. Y qué lindo pelo. No sabe lo bien que me viene que no tome la iniciativa. No estamos tan lejos, podría hablarme desde su mesa. De acá lo escucharía. Pero creo que es demasiado elegante como para levantar la voz. Creo que espera que yo me levante y me vaya. Pero no me dan ganas de irme. Cada vez que lo miro, me mira. Pero no se va a animar a hablarme. Qué lindos dientes tiene. Me da ternura. No puedo ser tan guacha. Irme sin más sería una estupidez, como perderse el auto cero kilómetro porque te fuiste antes de que empiece el sorteo. Puede ser la última vez que lo vea, Tengo que hacer algo. Soy una mujer moderna, tengo que animarme. Toda la vida me eligieron a mí tipos incapaces de cuidarme. Ahora que me cuido sola, puedo elegir yo.
Antes de arrepentirse, con el corazón latiéndole con fuerzas, y como quien está en el borde del trampolín y siente que si no salta ahora no saltará jamás, ella metió sus papeles en el bolso, lo cargó sobre el hombro en bandolera, dejó la propina y fue directo, sonriendo, hacia él. Y cuanto más cerca estaba, mejor se sentía.
“Me quiero morir, es un bombón y viene para acá…¿Y ahora qué le digo?” , pensó él.
Sentándose lo más erguido que pudo, y puso un codo sobre el respaldo tratando de que ella no viera lo que ocultaba su saco.

- Hola, hace rato que te miro…Llevamos un buen rato acá. – le dijo ella, ladeando la cabeza, como esperando una respuesta.

“Qué lindo rulos, deben ser tan suaves”, pensó él. “Es una dulzura esta mujer.”

- Sí…Hace rato veo que nos miramos. – admitió él
- Por eso me quedé.- replicó ella, valiente.

“Caramba”, pensó él, lleno de una euforia callada.

- Y yo también.

Ella movió las manos y pestañeó, divertida, como esperando que alguien le dijera cómo seguir.

- Bueno, ¿qué hacemos? ¿Vamos yendo?

El sintió sudor frío. ¿Cómo explicarle?

- Excelente idea. - dijo él, desconcertado.
- Subí que te llevo- le dijo ella. Y se rieron.

Ella se puso atrás de él y con decisión tomó las manijas de la silla de ruedas, la separó de la mesa hacia atrás, puso el saco sobre sus rodillas, y se abrió paso con maestría y cuidado entre las mesas, enfilando hacia la puerta, donde un mozo, solícito, les guiñó un ojo y les abrió la puerta de par en par.

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