jueves, 11 de septiembre de 2008

Intimos extraños

Hay gente con la sentís una conexión inmediata y otra con la que no te conectás ni aunque se te vaya la vida intentándolo.
Manuela trabajaba en una empresa publicitaria en Sevilla, donde pasaba todo el día intercambiando correos electrónicos con profesionales de la Argentina, que la empresa había contratado por ser más baratos y veloces que los andaluces. Así es como se dio cuenta de que entre todos, con Pablo- el diseñador gráfico de Buenos Aires- , había habido una conexión instantánea, que trascendía lo laboral. Al punto tal de que ella había comenzado a borrar sus mails - luego de conservarlos en su diskette particular- por temor a que se descubriera el tenor cada vez más personal de sus mensajes.
Cuando él entró a la página web de la empresa, le hizo un comentario acerca de que había quedado prendado de sus ojos, que vio en una foto de ella en su escritorio. Y ella le dijo que era injusto que él la hubiera visto en foto y ella a él no. Entonces la conversación derivó en que el no quería enviarle una foto, pero que a cambio le contaría todo acerca de él. Y le escribía cosas de un grado de intimidad masculina como ella jamás había conocido en su vida...
Un poco por soledad, otro poco por curiosidad, y otro poco por temor a que se cortara ese nivel de diálogo tan revelador y excitante, ella empezó a contarle sus propias intimidades, fantasías y sueños... a los que él respondía cada vez con más intensidad. La temperatura de los mails empezó a subir, y los temas de trabajo se reducían cada día, para ser reemplazados con mutuas confesiones y consuelos.
Ella vivía esperando las respuestas de él: “Anoche quise dormir con tu foto a mi lado. Pero no pude dormir.Me parece un pecado cerrar los ojos para dejar de verte. Y te lo dice alguien saturado de imágenes”. Pablo le contaba que modelaba su almohada con la silueta de ella y que le hacía cosas “que dudo que me permitieras si estuvieras aquí. Tu falta me está matando.”
Manuela empezó a temer haber llegado demasiado lejos con un perfecto desconocido. “¿Pero acaso no lo hace todo el mundo en Internet?”, pensaba. Por otra parte, en todas sus relaciones amorosas...¿no había llegado también demasiado lejos con perfectos desconocidos? ¿Qué diferencia había? ¿Qué puede importar el aspecto de la otra persona, si ambos se hacen sentir mejor el uno al otro? Pablo había inyectado interés y pasión a su vida. Hasta dónde llegaría esto... era lo de menos. Lo importante bueno era que toda esta historia tan sensual la hacía sentir a Manuela feliz de ir al trabajo a chequear sus correos. Ahora el sonido del ordenador conectándose a Internet, en vez de llenarla de tedio, la llenaba de alegría.
Claro que ese cambio había llamado la atención de toda la oficina. “Estás más contenta”,“¿Estás de novia?”, le preguntaban los compañeros. A ella la invadió el terror de que alguien en la oficina conociera su secreto, y tal vez terminaran echándola. ¿Cómo explicar esa historia? ¿Diciendo que la distancia le deba la impunidad de tratar a otro con un grado de intimidad como hubiera sido imposible con un hombre de su entorno?
Pensaba eso cuando recibió una llamada de su jefe:
- Manuela, la quiero en cinco minutos en mi despacho.
Sonaba grave y urgente. Sintió un escalofrío de pies a cabeza y un sudor en todo el cuerpo. “Estoy acabada, me va a despedir”, pensó. Entró al despacho trastabillando y escuchó que el jefe le decía:
- Es acerca de Pablo, el diseñador argentino.
Ella odió sentir que se ponía roja de vergüenza.
- Dígame, señor
- Tengo que anunciarle algo importante....- dijo el jefe
Ella tragó saliva con esfuerzo.
- Pablo es demasiado talentoso. Por eso quiero aprovecharlo, para que nos rinda al máximo, ya que hace todo lo que promete. Tendrás que viajar a verlo a Buenos Aires para darle instrucciones precisas por la campaña publicitaria de los neumáticos... ¿Creés que puedas hacerlo?
Ella quedó tan helada que no creyó poder hablar aunque se oyó decir, como de lejos:
- Claro que si.
- Perfecto. Partes en una semana. Luego te envío el pasaje y te digo todo lo que debes explicarle.
Ella no podía creer lo que escuchaba .Los días parecieron siglos hasta que ella llegó a Buenos Aires, y fue al hotel donde esperaría a Pablo para comenzar a trabajar en el proyecto . Tomó su llave, subió con su equipaje al tercer piso, y al poner la llave en la puerta, sintió que esta se abría sola. El cuarto estaba completamente a oscuras.
- Bienvenida, Manuela...¡Por fin llegaste! – dijo una voz viril cargada de alivio
- ¿Pablo? ¿Eres tú?- preguntó ella
- Si, soy yo... Pasá, cerrá los ojos, no los abras. Desconecté las luces para que no nos distraigan...
Ella cerró los ojos, obediente, como una nena esperando un caramelo sonriendo en la penumbra Sintió que él le sacaba la maleta de las manos, y la guiaba por la cintura hasta el centro del habitación. Un brazo largo y fuerte la estrechó contra su cuerpo, la hizo girar hacia él y le apartó los cabellos de su cara. Ella llevó sus manos hacia ese íntimo extraño, y lo tocó hasta los hombros. Pablo era alto. Qué raro, lo había imaginado bajito, como el monitor del ordenador. Los labios de él se apretaron contra los suyos, y una lengua caliente y tierna se abrió paso buscando la suya con la insistencia de un pájaro hambriento. De pronto, él la apretó contra su cuerpo y su lengua se endureció y la penetró como una lanza. La llevó caminando hacia atrás, y luego de un revuelo de ropas, ambos se dejaron caer en la cama .Ella supo que no le importaba si este hombre tenia ojos grandes o pequeños, mucho o poco pelo, tez blanca o cetrina. Su jefe tenía razón: era demasiado talentoso, había que aprovecharlo. Supo que ya no le importaría perder su trabajo, y quedarse para siempre enredada en los brazos de este hombre de Buenos Aires, que hacía lo único que todo hombre perfecto tiene que hacer: lo que había prometido.

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